domingo, 15 de noviembre de 2009

LA GRAN BODA DEL SIGLO XX



En las imprentas de Mónaco entre tanto, se trabajaba a pleno ritmo para imprimir el amplio programa de festejos, en costosas cartulinas adornadas con una corona de oro. De los seiscientos periodistas legados de todos los rincones del mundo, muchos solo encontraron alojamiento a una gran distancia de Mónaco. La carretera principal estaba llena de coches, motocicletas, autobuses y turistas, que acudían en gran número de todos los países europeos a esta boda de cuento de hadas.
Los festejos se iniciaron con una recepción de gala en el Club Sporting de Montecarlo. Servidores con librea, con chalecos de terciopelo y galones dorados, así como pelucas blancas empolvadas extendían, según las reglas del protocolo de palacio. Las alfombras para la ilustre concurrencia. La balaustrada del gran salón estaba adornada con narcisos blancos y rosas rojas, en tanto que en las paredes y techo se veían gran número de piedras brillantes.
En ese momento llovieron desde un helicóptero millares de claveles blancos sobre la futura “madre de la patria”. Desde el puerto la novia se encaminó en un Cadillac negro a la residencia en que con todos sus parientes se instalarían hasta la ceremonia, en tanto que el novio se alojaría en su villa de Cap Ferrat. Ante la puerta de la casa del novio esperaba la servidumbre para saludarla. Precedidos del padre Francis Tucker, se dirigieron todos a San Juan Bautista para dar las gracias por la feliz travesía del Atlántico. Pero la novia consideraba el protocolo de la suntuosa mansión menos importante que una invitación prometida a una de sus amigas.
Algo había fallado; hizo llamar al funcionario, encargado del asunto, al salón y le ofreció la primera prueba de que no estaba dispuesta a hacer concesiones cuando se trataba de cumplir una de sus órdenes. Esto causó un retraso de tres cuartos de hora, tanto más penoso cuanto que a los invitados antes de la llegada de los novios no podía servírseles ningún refrigerio. El 19 de abril los invitados, con sus tarjetones, se encontraban acomodados en los sitiales que a cada uno se le había reservado en la amplia nave central de la catedral. Una hora más tarde entraba la novia Grace del brazo de su padre y tuvo lugar la solemne ceremonia del enlace matrimonial de los contrayentes. A la población toda del Principado se le obsequió con festejos conmemorativos del feliz acontecimiento.

Bloggero Invitado: Avi.

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